sábado, 22 de mayo de 2010

Yo quería ser argentino. Por Sergio Ramírez. Escritor nicaragüense. Ex vicepresidente.

Son pocas las cosas que subo a mi blog y que no escribo yo mismo. Pero esta vez creo que vale la pena.
Luciano.



"Desde la verdura en harapos del trópico bananero, yo quería ser argentino.
En aquellos ya remotos años cuarenta que fueron los de mi infancia.
Un primo rico se daba el lujo de mandar a empastar los números de Billiken, y en esos tomos tan preciados descubrí La dama del perrito de Chejov, y El oso de Faulkner, cuando aquel primo se dignaba prestármelos. Me quedaba leyendo hasta altas horas de la madrugada a la luz de un foco de mano, embozado bajo la sábana, para no ser descubierto en el delito del desvelo, Billiken y también los números de El Peneca. Todavía se sigue llamando penecas en Nicaragua a las revistas de historietas. Y me identifiqué con Patoruzito, el indiecito semidesnudo de las pampas, aprendí lo que era una boleadora y un ombú, y gané mi primer antihéroe en su adversario Isidoro, el porteñito engominado. Civilización contra barbarie.
Aprendí también desde entonces la palabra canillita, porque un niño inválido, que vendía periódicos por las calles de Buenos Aires, apoyándose en una muleta, era capaz de transformarse en el Capitán Maravilla con sólo pronunciar la palabra mágica Shazam (compuesta por las iniciales de Salomón, Hércules, Atlas, Zeus, una que he perdido, y Marte), y ya en su investidura de héroe poderoso abatía puñetazos a la peor ralea de maleantes que se ocultaban en los meandros del barrio La Boca.
Mis libros de lectura de la escuela primaria venían también de Argentina, y me acostumbré a que la bandera patria que figuraba en la primera página de esos libros, tan parecida a la de Nicaragua, tuviera ciertas
ligeras variantes con la mía; apenas un poco más pálidas las franjas azules, y en la franja blanca del centro, en lugar del escudo de cinco volcanes, un sol resplandeciente. Y Eva Perón. En la pobre biblioteca de mi escuela, donde todos los libros alcanzaban en unos cuantos estantes de pino, no había mejor momento para mí que el de entregarme a repasar las páginas de un álbum de fotos a colores de pastel dedicado a aquella primera dama caritativa de moño perfecto y sonrisa angelical, que venía a ser como la reina del mundo, y que tantos años después reviviría para mí en la espléndida novela Santa Evita, de Tomás Eloy Martínez.
Pero también tengo en mi vida a la Editorial Sopena Argentina, con sus libros a dos columnas en los que leí Los miserables, El Conde de Montecristo y Los Tres Mosqueteros, y la Editorial Kraft, que publicaba cuentos japoneses y poemas chinos con delicadas ilustraciones, y aún más tarde, mi encuentro con En busca del tiempo perdido, traducido por Pedro Salinas, en los libracos en cuarto mayor de tapas de cartón y hermosa letra, tal vez de la casa editorial Salvador Rueda, mal me engañe la memoria; más Trilce, El Canto General, El Romancero gitano y Marinero en tierra, unos tomitos en rústica de cubiertas grises, con sello de Losada, tiempos dichosos en que los libros de poesía eran tan baratos. Era la pujante Argentina de Juan Domingo Perón. Una Argentina capaz de llegar con sus masivos embarques de libros hasta las costas de Centroamérica, a los mismos muelles donde atracaban los barcos refrigerados de la flota blanca de la United Fruit Company a recoger los racimos de fruta que eran nuestra insignia de banana republics. Los diputados, decía Sam Zemurray, quien inventó aquel negocio fabuloso del banano, eran más baratos que las mulas, según recuerda en Hora Cero Ernesto Cardenal. Mi infancia pertenece también a la voz de Carlos Gardel en las rocanolas de las cantinas, una voz que venía desde la eternidad, y ante la que lloraban de auténtica pena los borrachos despechados, y sus películas, vistas una y otra vez por el mismo público ávido en el único cine del pueblo, a la luz de las estrellas, y a causa de tanto Gardel en las vidas cotidianas es que a un carpintero de ataúdes, que llevaba las uñas manchadas de maque, lo llamaban Caneja, por aquello de fuerza, caneja, sufra y no llore... Mis libros de lectura escolar hablaban de graneros colmados, ferrocarriles que atravesaban la pampa, infinitos hatos de ganado, barcos que partían pletóricos de mercancías. En el país del que venían los libros y las historietas, los niños iban a la escuela pública de uniforme, como no ocurría en Nicaragua, donde no había siquiera bancos para todos los alumnos. Cómo aquel niño que era yo no iba a querer ser como los argentinos, así como los argentinos querían ser como los europeos.
Pasaron los años. Poco antes de que Perón fuera derrocado, cuando las arcas repletas de lingotes de oro empezaban a vaciarse en el Banco Central de la Nación, gracias a las más variada suerte de corruptelas, y a la mano munificiente de Santa Evita, el viejo Somoza fue recibido con toda pompa en Buenos Aires, y Perón llenó para él la Plaza de Mayo con un millón de personas. Conservo esas fotos, los dos en el balcón de la Casa Rosada, en arreos militares de gala, frente a la inmensa multitud. Más tarde, en triste pago, Perón fue acogido en su exilio en la calurosa y provinciana Managua, y se alojó en los aposentos del Palacio presidencial de Tiscapa. Ese año de 1956 mataron a Somoza, y Perón huyó, temeroso de su mala estrella a refugiarse en brazos de Trujillo a la República Dominicana. Isabelita Martínez, a quien Perón había conocido en Panamá en un night-club, cuando iba precisamente rumbo a Managua, llegó a convertirse en presidenta, y tuvo por consejero áulico a López Rega, un brujo de arrabal que era, además, jefe de una banda de sicarios, una "mano blanca", como las de Guatemala, o El Salvador.
Argentina ya no parecía el país europeo que era en las páginas de mis viejos libros escolares, sino una república bananera, como cualquiera de las nuestras. Una cabaretera presidenta. Un brujo asesino, un prestidigitador del poder. Eso no podía ocurrir sino en una república bananera. Y después, las desapariciones masivas, los prisioneros lanzados desde los aviones en alta mar, enterrados en bloques de cemento en el fondo del Río de la Plata. Eso es lo mismo que ocurría en Guatemala y en Nicaragua. Y luego Menem, un chulo disfrazado de prócer, con patillas a lo general San Martín, también venía a ser tan centroamericano en sus ínfulas perdularias. Ahora que tantos argentinos descuajados de la normalidad de sus vidas se quieren subir a los viejos barcos en que sus antepasados llegaron desde Calabria, o desde Marsella, o desde Vigo, a buscar un refugio quizás imposible frente a la catástrofe que la repetida corrupción ha traído sobre Argentina, el rollo de película es echado a andar, pero hacia atrás. La civilización y la modernidad con que tanto soñaron todos los que desde el siglo XIX ansiaron ser europeos, y con la que soñamos en el calor del trópico, donde huele a frutos demasiado maduros, todos los que quisimos ser argentinos, se caen a pedazos como las bambalinas de un escenario en ruinas.
Pero yo sigo queriendo ser argentino. No sólo por mi infancia nunca perdida.
También por Lugones, por Borges, por Cortázar, por Osvaldo Soriano, por Tomás Eloy Martínez, y por supuesto, por Gardel. No más les digo que esperemos, que ya vendrá el día en que no habrá más pena ni olvido."

sábado, 15 de mayo de 2010

“Un final parcial”

Tema 2
Profesora Claudia Ranud


Nombre: Darío Bregazzi
DNI: 21.659.658
Comisión: 20 hs.
Parcial de Historia de la Educación 06/05/1992


1) Enumere las características de la influencia de la Cultura Griega a mediados del siglo III AC. Caracterice la organización escolar en dicha época y describa a los principales teóricos de la época republicana: (Catón el viejo; Marco Terencio Varrón y Cicerón).
2) Describa las principales características de la Educación Seglar en la Edad Media, nombrando la Educación Caballeresca y la Educación de la Mujer.
3) Elabore un escrito en el que detalle el surgimiento de La Escolástica, sus caracteres y métodos. Tenga en cuenta que esta pregunta es de promoción, y debe estar contestada correctamente en su totalidad.


Después de tanto tiempo, veo que el momento ha llegado. Fueron días y más días de esperar el momento del parcial para poder expresar lo que siento. Quiero que sepa que esta es la única materia a la que no falté a ninguna clase, siempre hice lo imposible por poder verla aunque sea dos horas por semana. ¡ Si usted supiera cómo sufrí ese martes veintidós de abril cuando “por motivos personales” usted no pudo venir! Sé que en este papel puede estar en juego mi permanencia dentro de la Institución, pero me acoplo a sus palabras, profesora: “...uno debe jugarse por lo que quiere...” Y aquí estoy, jugándome por usted.
Como habrá de imaginarse, no preparé ningún tema para el parcial, sin embargo, estudié un fragmento de una novela de un escritor por usted nombrado el veintinueve de abril, se llama Martín Goycochea Méndez, espero desde lo más profundo de mi corazón que despierte en “mi” profesora el amor que despertó en mí:

“...Te crearé como tu quieras. Tú serás Venus, tú serás la ondina; tú serás la estrella. A tu lado cantaré las cadencias de los tálamos nupciales y una gracia gentil bordará en la orla de tu manto la frase delicada de los primeros amores...”
¡¡¡Cuánto la amo profesora!!!

El primer día de clase , primero de abril, yo estaba sentado en la fila de las ventanas, lejos de usted. Creo que mis ojos nunca habían visto una mujer que guardara tanta belleza. Supe desde ese “buenas tardes” que estaba completamente enamorado. Veía en usted la armonía perfecta entre su pelo, su voz, sus ojos, su cuerpo. Sentí que debía encontrar la manera de llegar a esa estrella que iluminaba mi vida, y no sabía cómo hacerlo. Sus palabras eran y son una especie de dulce canción para mis oídos. Llegué a odiar a quienes la interrumpían con preguntas que sólo demostraban lo desatentos que estaban. Fueron pocas las veces que participé en clase, tenía miedo que mi amor sea demasiado ostensible. ¿Acaso no notó usted nunca que desde un primer asiento había un hombre que la amaba? ¿No vio usted en mis ojos el AMOR y la pasión que tengo para ofrecerle?

(Ayyyyyyy Dios!!! No se acerque profesora!!!!! Déjeme terminar el parcial!!!.

¡El del banco de atrás me pregunta qué puse en la pregunta uno!

La ausencia de anillo me hizo respirar. ¡¡¡Si, si, si, no está comprometida ni casada!!!)


Fueron noches enteras de imaginar su pasado, su presente, ¡Su futuro! Imaginé su rostro adolescente miles de veces, casi podía tocarlo. Soñé con usted infinitas veces, infinitas situaciones, incontables besos eternos. Jamás me atreví a decirle nada a nadie de mi amor secreto, se hubieran burlado casi con seguridad, muchos habrían apostado a que sería algo pasajero, una simple atracción física de una mente joven y sin mucha experiencia ¡Necios!
Pídame lo que quiera, estoy en su puño desde hace mucho tiempo, vivo por y para usted desde que la vi. Nunca sentí así, nunca. Preferiría morir a tragarme todo lo que siento por usted. Porque si hay algo que no podría evitar es hacerle saber cuánto la amo, cuánto la admiro. Siento en mi mano temblorosa y fría la incertidumbre y la desesperación de un primer abrazo a la eternidad de su mirada. Siento en mis piernas, inquietas, la ansiedad de saber una respuesta a tanta locura. Y mi pecho...¡tan lleno de amor y tan vacío de usted! ¡Mi boca está tan seca, mis ojos tan mojados! Mi vida le pertenece, Claudia. La esperaré el tiempo que sea necesario. ¿Días, meses, años? Eso no importa, mi tiempo le pertenece tanto como mi alma. Puedo esperarla hasta morir, hasta que mis fuerzas se hayan ido. Porque mi amor por usted nunca se marchará y no sabrá rendirse ante nada.

Pues bien, ya casi todos se han ido. Algunos de los que quedan en el aula miran la hoja, como esperando una respuesta que nunca habrá de llegar. Siento pánico por ser probablemente uno de ellos. Y ahí está usted, Claudia, a pasos del Amor. Debo entregarle la hoja, debe saberlo todo. Por favor no me tome por cobarde por declararle mi amor de esta forma. Nunca olvide que es el Amor el verdadero sentido de nuestras vidas.

La amo con toda mi alma, Darío Bregazzi.

viernes, 7 de mayo de 2010

Los viejos

Duermen los viejos
Y
sueñan que hoy es ayer
Algunos siguen tristes
Esperando su tren
Hay quienes cantan en cada amanecer
Otros temen al después
Miran fotos
Y
Extrañan lo que fue
Cómo extraña el corazón
Los besos del ayer
Viejos, lindos viejos
Arrugados de querer
Cargados de ilusiones
De los que miran crecer
Serenos
Pacientes
Callados
Sonrientes
En la punta de la mesa
Levantan sus copas
Por la alegría ajena
Se duermen abrazaditos
Tan niños sus ojos
Viejos lindos viejos
En la plaza de San Rafael
Matan al tiempo
Jugando al ajedrez
Duermen los viejos
Y Sueñan
¡Qué importa del después!

miércoles, 5 de mayo de 2010

Te vas y te quedás

Si te vas te espero
Si te quedás me voy
Buscando en otros vasos
Los besos que das vos
Si me abrazas me alejo
Y miro en el reloj
El tiempo que nos queda
Y el tiempo que pasó
Si te busco y no te veo
Me muerdo el corazón
Y salgo a caminar
Derecho por Simbrón
Buscando no sé qué
Te veo en otras caras
Pero nunca es igual
Me quedo con tu almohada
En la cama te busco
Y en la alacena también
Te pierdo en el ropero
Te encuentro en el papel
Tu foto ya no me habla
Mataron a un tipo en la tv
Se estaba escapando dicen
Andá a saber de qué
Si te vas te espero
Que vuelva hasta mí el cielo
Y cuando a mi lado lo tengo
Escapo antes de perderlo
Si te vas te espero
Si te quedás me voy
Cantando la del loco
Que sufre por amor
Desde la luna miro el cielo hoy
Mañana me duermo en la estación
Como la burbuja en el viento voy
Así mi amor es mi canción
Si te vas mi amor te espero
Si te quedás mi amor me voy
Cantando esta canción
Que no sabe del amor
Que la canta el corazón
Si te vas te espero
Si te quedás me voy
Cantando esta canción
Que no sabe del amor
Que la canta el corazón
Que cuelga entre los dos...