sábado, 13 de octubre de 2012

Mi corazón

Estático como una piedra ancestral,


Olvidado en medio del desierto.

Gastado por el sol, la lluvia y el viento añejo,

Abandonado por quién sabe quién.

Solitario entre tanta soledad.

Triste, mudo, a veces helado,

Hirviente de dolor cada tanto.

Estéril, inútil, macizo y pesado.

Inexorablemente en pena,

Aullando hacia adentro,

Sordo, ciego, sin lengua, decapitado.

Al ancla de un galeón hundido atado.

En coma profundo, perdido,

Una y mil veces olvidado.

Ensombrecido hasta la exageración

Y luego hasta el fuego iluminado.

Sin lágrimas. Sin hoy, sin mañana.

Fundido, mucho más que roto, acabado.

Sin fe, sin reflejos, desahuciado.

Mezcla de velorio y entierro, desconsolado.

Sin tercer o quinto día de resurrección.

Llevado a su mínima expresión,

Inerte, rasgado, gastado.

De arena o sal sus tripas,

Ojos de algarrobo milenario.

Opaco, endeble, enfermo por opción,

Hundido por naturaleza, sin alma, nacido por error.

Artificial, de gris a negro, enfrascado.

Podrido, mal parido, torcido, aturdido.

Sin cordura ni razón, sin alarido.

Una brasa apagada, una llama helada.

Sin signos, sin cielos, estrellas ni lunas.

Sin cruz, sin altar, sin rezo moderado.

Vegetando, encerrado, como un pez ahogado.

Haciendo cola en la hilera de los milagros,

A la punta de una esperanza dormida va aferrado.