jueves, 23 de septiembre de 2010

Sepan disculpar

Pretenden hacernos creer que el dinero es escaso. Nos enseñan y nos preparan en la familia y en la escuela para el trabajo, para vender nuestra fuerza de brazos y nuestra fuerza creativa a cambio de una remuneración. Estamos destinados desde el primer día a ocupar un lugar en la sociedad. A grandes rasgos, existen los de arriba, los de abajo y los del medio. Según la época habrá más en el medio o más abajo, pero los de arriba son siempre los mismos. Lo que está bien de lo que está mal está bien diferenciado por quienes detentan el poder, ya sea el Estado, los ricachones o los pobretones que quieren ser como los ricachones. Uno crece con los ojos casi cerrados, sin ver cómo los adultos de la familia se pelan el culo para subsistir. Y uno no sabe que ese será el destino de cada uno. Sueño de casa propia, los chicos bien comidos, útiles nuevos en cada marzo, autito bien parado, si es posible renovarlo cada dos años, vacaciones en la Feliz y así por generaciones.
Nos criaron como tarados. Nos enseñaron que el patrón es el patrón, y que hay que respetarlo. Nos enseñaron que uno debe aspirar a “tener más” y no a “ser más”. Extraña paradoja ya que lo que al trabajador le dan a cambio de su fuerza no es más que lo necesario para seguir dependiendo de un trabajo que odia (el ochenta porciento de la gente según una encuesta hecha en Buenos Aires quiere cambiar su trabajo). Lo que le pagan es una décima parte de lo que merece, de lo que podría ganar si el cuchillo de la torta fuera menos injusto. Esta enseñanza del deber, de la moral, de la ética, de la responsabilidad, de la culpa, es tan inconsciente que muy pocas veces la cuestionamos, la ponemos a prueba. Nos dijeron que la escuela es obligatoria, y al final la elección es seguir estudiando o buscar trabajo en algún fast food. Porque para puestos jerárquicos hay mecanismos discriminatorios. Uno no tiene experiencia a los diecisiete pero cuando la tiene a los treinta ve que los puestos mejor remunerados son para otros que desde siempre estuvieron más arriba. Porque su posición económica fue mejor desde generaciones, porque sus relaciones son entre gente de la clase alta.
Nos definen la violencia de una manera extraña. Es violento cortar Corrientes y Nueve de Julio, demorar a los automovilistas. Es violento apedrear una fábrica cuyos dueños cesantean cientos de empleados argumentando quiebras y usando raras movidas pseudolegales. Es violento el que roba, el que putea, el que sale con un palo a la calle. Todo eso, nos enseñaron que está mal. Pero nos estaban mostrando la mitad de la mitad de la película, lo que a ellos les convenía que viéramos. ¡Nos engañaron! Como cantaba uno por ahí… “no vayas a la escuela, porque San Martín te espera”.

Lo que uno es

“…También me imaginé que soy un barco en el medio del mar, uno de esos barcos a vela que depende de la posición de las telas para ir hacia donde quiere y aprovechar el viento, venga de donde viniere. Digamos que el viento siempre está, que lo importante es poder “interpretarlo” desde las velas para redirigirlo y así redirigir la nave. Pero, ¿hacia dónde quiero ir? El viento no siempre es el mismo y no sabe hacia dónde quiero ir. Puede venir de cualquier parte, con mayor o menor fuerza. Debo decirle yo hacia dónde ha de llevarme.
Concretamente, como dijo Claudia, no es tanto cuestión de “interpelarse”, de “cuestionarse”, de “hundirse”, de “tirarse abajo”, sino de reconciliarse con uno mismo, aceptando lo que uno es. No lo que uno cree que es, sino crudamente lo que uno es. Tarea nada fácil, ¿no?”

sábado, 18 de septiembre de 2010

Ya no más

Ya no llevo flores rojas
A la tumba de ese amor,
Ese amor que murió
Entre los dos...
Ya no miro la luna
Y espero que llames
Pasadas las dos
Para saber si estoy…

Ya no busco en bocas
Lo que atrás quedó,
Ni sirvo dos copas
Cargadas de amor...
Ya no más,
Ya no…

Ya no vuelo sin alas
Para chocar contra vos,
No corro al pasado
Ni pido perdón…

Ya no compro ni vendo
Lo que ya no tengo
No abrazo la almohada
Que no habla de vos
Ya no más, amor
Ya no…