viernes, 14 de diciembre de 2012

Sin título

          Por momentos me siento tan cerca de la Verdad que asusta. Soy de hierro. Después una hoja al viento. De hierro ahora, una hoja frágil, indecisa, casi muerta después. Hay momentos de Verdad que llegan y golpean. Verdad en un sentido trascendental, de la vida después de esta vida. Como quien en una noche puede pisar el séptimo cielo y sin escalas, a los segundos, sucumbir en el mismísimo infierno. Como quien entiende todo el sentido en una sola imagen, sin mediar palabras. Elevarse, alivianarse, iluminarse, iniciarse y sin remedio caer. Mas al rato vuelvo a estar dentro de mí: Carne y nada más ¿nada más? Pareciera que por instantes el alma del cuerpo se distanciara. Y después de tanta luz, nubes negras y la inexorable lluvia encarnada en llanto. Nada es cierto, nada que no pueda sentir. Tantos colores televisivos invaden los sentidos que me distraigo. Y a la noche, a segundos de cerrar los ojos, me hago de hierro y sueño. Hierro liviano pero invencible. Veo las calles, la miseria, la maldad. Veo a la vuelta de la esquina del basural un paraíso verde y un cielo límpido. Y al despertar vuelvo a ser hoja que mueve el viento. Me miro, ese soy yo. Al menos por fuera.  A veces logro entender… Y me explico: Los opuestos. Todo se complementa. Todo tiene su lado funcional. Nada puede ser completo en sí, algo externo nos da sentido. Pero a la vez yo mismo le doy sentido a eso externo previamente. La cinta de Moebius. La cultura, la historia, la religión, el costado animal, el sexo, la moral. Determinante. Siempre uno en relación a algo. Nunca una botella flotando sola en el medio del océano. Nunca se vio una estrella sola. El sol gira alrededor de la tierra. La luna ilumina la noche. Todo es en relación a alguien. La piedra que va desapareciendo por el viento que la gasta. Y eso la hace viva.  Los segundos, las horas, los años, la eternidad vista desde otro espacio. Mirarse. Detenerse. Razonar con el corazón, paradoja. Perdonar y perdonarse. Arrodillarse, todo un símbolo. Los siete pecados capitales. La alfombra roja y el barro. Trato de encontrar diferencia entre la muerte de mi cuerpo y la de un perro. Y no la encuentro. Y por momentos estoy tan cerca de la Verdad, que me asusto.