viernes, 5 de noviembre de 2010

Aparición




Ese día Carlos había llegado a su casa no más tarde de las siete de la tarde. Recuerdo este detalle porque no suele llegar antes de la una de la mañana o dos. Los finales habían terminado la semana anterior, por lo cual estaba libre de lectura. Con un sueño bastante pesado, se recostó un rato. Los ojos se cerraban por el cansancio de un largo día de trabajo. Aún así no conseguía dormirse. Cerca de las nueve y media, dando por tierra con sus deseos de siesta, decidió acomodar un poco la habitación. Ropa, compacts, libros, papeles, facturas a vencer y vencidas, hacían del lugar una verdadera feria paraguaya. Luego de poner un poco de orden, cenó un poco de carne fría con lechuga y tomate. En el camino a la cama iba rezongando porque al día siguiente debía despertarse cinco y cuarto de la mañana. Programó el despertador, miró la foto de su hijo y se durmió. Si de algo Carlos estaba seguro , es de que luego de ordenar la pieza, sobre la mesa de luz sólo había quedado el despertador y la foto de su hijo.
Al día siguiente, como era de esperar, a la hora indicada sonó el despertador. Lo apagó y se sentó en la cama. Encendió la luz del velador y volvió a mirar la hora. Grande fue su sorpresa cuando se percató de que justo al lado del despertador había un papel doblado, del tamaño de media hoja de cuaderno. Le extrañó la presencia del papel porque Carlos no es de ordenar todos los días y porque recordaba firmemente que sobre la mesa de luz no había quedado nada más que el despertador y la foto de su niño.
Tomó el papel, lo desplegó y lo reconoció en seguida. Era la letra de su madre muerta. Ese papel lo había escrito ella en el año noventa y ocho, cuando Carlos había logrado su primer ascenso en el trabajo. En la nota, su madre lo felicitaba por el logro. Su cara se transformó, no solo estaba completamente seguro de que ese papel no estaba allí la noche anterior, sino que hacía años que no lo veía. No quiso ir hasta la habitación contigua a despertar a su padre. ¿Qué le diría? ¿Tomaría en serio sus palabras? ¿Qué explicación podría darle a lo sucedido? Ninguna. Se sintió desconcertado, perturbado por la aparición de la nota. Se tomó unos minutos antes de vestirse. Guardó el papel en el cajón de la mesa de luz, sobre un libro de Benedetti.
Ese mismo día, al terminar su turno de trabajo, su jefe lo llevó a la oficina de Personal y lo sorprendió con las felicitaciones por un nuevo ascenso. Anoche Carlos quiso ver nuevamente el papel para dejar brotar las lágrimas, pero ya no estaba. Y juro que dio vuelta la habitación para tratar de hallarlo.