sábado, 20 de diciembre de 2008

Quizás

Maldita fijación. Es inevitable. Pienso en la vida y la asociación con la muerte es instantánea. Como si dentro de mi cabeza las autopistas alternativas de sinapsis estuvieran derrumbadas. Me miro y miro a mi alrededor, la gente que quiero, que comparte momentos junto a mi, que me quiere y creo que me quiere, y me transporto a un tiempo en el que ya no estaremos. Veo mi tumba y las de ellos, desparramadas, solas. Y entonces me angustio, veo oscuro. La esperanza del reencuentro sin cuerpos me reconforta por segundos. Luego lo real, lo palpable. Una tumba, un nombre y quizás una flor. Y nada más. Dos días en la tierra que duran dos horas. Y entonces tejo un monólogo mental argumentando y enumerando todas las rengas razones para ser feliz, para ser menos humano y más animal. Y me rescato de la cuerda o de alguna bala. Y después sirvo café. Alguna tarea que distrae la parte consciente. Escondo mi Schoppenhauer latente y la vida sigue. Quizás más tarde ría o llore. Quizás algún día sepa contentarme con la simpleza de un sol tibio o la lluvia mojando la tierra. Quizás.

1 comentario:

Vanina dijo...

"Quizá", junto con "ojalá" son dos palabras que me atrapan. Por eso entré en este texto. Y salgo de él algo identificada con la fijación, con la parte oscura.
Me encuentro muy seguido, rescatándome "de la cuerda o de alguna bala."
Pero "quizá" da un respiro y como que viene un aire fresco para poder seguir.
Quizá me siga encontrando en tus palabras. Y ojalá sea así.
Abrazo