martes, 25 de agosto de 2009

De cada uno

Todo depende de cada uno.

¿Cuánto hay de cierto en esta afirmación? Para no embarcarnos en la tediosa tarea de hablar del destino, prefijado o no, optaremos por pensar que uno nace animal, lo socializan, se auto-socializa también -¡cuántas veces a la fuerza!-, se arma, aprehende el mundo a lo largo del camino, y en el camino termina por hacerse sujeto, humano social.

Podríamos aceptar y fundamentar que muy pocas cosas dependen de cada uno. Que en la ruleta de todas las escalas a uno le toca su lugar y, salvo contadas excepciones, desde la cuna hasta el hueco final, el camino se mantiene único e inalterable. Es importante resaltar que para esta postura, las excepciones no son más que eso: excepciones (contemos los maradonas del mundo y serán golondrinas sin veranos). Y que para poder hablar en términos generales, no es posible tenerlas en cuenta para pensar cuánto depende de cada uno torcer un camino bravo o mantener uno de rosas sin espinas.

Por otro lado podríamos afirmar lo contrario: con esfuerzo se llega, o que el punto de partida es el mismo para todos y lo que a uno le toque en el camino dependerá de sus elecciones y decisiones, y que las consecuencias serán el resultado de los errores y aciertos.

Aquí aparece una tercera postura: Hay un poco de ambas, la fortuna también tiene su peso.

Hablando de lo material, la primera postura dirá lo siguiente: “Se nos plantea que el esfuerzo de cada uno dará sus frutos en algún momento, sin embargo esta pseudo-verdad, que compramos casi ciegamente, no hace más que ocultar el verdadero meollo de la cuestión”. Entiéndase: Por mucho esfuerzo que le ponga uno a ascender en la escala social, los lugares están ya repartidos, las cartas están ya en la mesa, y quien tenga las mejores barajas luchará por mantenerlas de manera conciente e inconsciente haciendo sentir su peso sobre las demás. Es más, aceptamos quienes tenemos los cuatro de copas no tener un lugar mejor en esa escala, culpándonos de no ser mejores personas, mereciéndonos lo que tenemos y endiosando al que tiene más por ser supuestamente “más competitivo”.

Los que creen que el esfuerzo empecinado a la larga los llevará al éxito que cada uno de ellos se proponga, podrán decir: “Nada de lugares inaccesibles, de metas inalcanzables, si usted se propone algo y se prepara mejor que los demás para obtenerlo, será casi imposible que las piedras del camino sean lo suficientemente grandes como para derribar sus sueños”.

El mundo de hoy, es cierto, está así planteado, los que tienen y los que no tienen, los que están adentro y los que están afuera. Replantearnos los sueños es un punto de partida obligatorio para al menos intentar explorar porqué tanta insatisfacción y fracasos en la sociedad actual.

Pero retomemos la idea primera: ¿Todo depende de cada uno?

Desnudemos la pregunta. ¿Qué es todo? ¿Qué es cada uno? Y el lazo que une el todo y cada uno: ¿Qué debemos hacer si es que hay que hacer algo? Pareciera fácil afirmar que hoy ese todo se refiere a bienes materiales, que la apropiación por la apropiación en sí configura un motor sangriento que sólo conduce a una vida vacía de sentido real. ¿Y qué es cada uno? Cada uno es ese pequeño lugar que ocupa en el mundo, su puesto en la cadena de producción, su fuerza práctica más allá de sus pensamientos críticos. Todo esto viene a darle una explicación actual de lo que cada uno es, con las consecuencias nefastas que esto supone. ¿Qué hay de lo que uno debe hacer? Poco queda por decir respecto a esto. El espacio que el sistema deja para torcer verdades aceptadas por todos es casi nulo, el margen que queda para llevar a la práctica lo que en el fondo cada uno piensa de sí y para sí es molido a palos –en hechos o potencialmente-por quienes ven en este margen un peligro de liberación de oprimidos. Oprimidos que además llevan al opresor bien adentro, como inteligentemente afirma el pensador brasileño Paulo Freire.

Entonces, ¿cuál es el debate? ¿Cuál debería ser el debate? Yo veo que los debates se quedan a mitad de camino, la mayoría por teorizar demasiado y no poder bajar a tierra ideas que se quedan en una nebulosa de palabritas lindas, otros no sólo por lo anterior, sino por alimentar lo que critican creyendo que las críticas de manual dan herramientas para la superación personal. Porque no está mal la crítica al fetichismo material, siempre y cuando eso no se convierta en una vía de escape para la imposibilidad de la mayoría de acumular materia. O lo que es igual o peor, utilizarlo como excusa para la destrucción de lo ajeno. Criadero de resentidos.

No.

El debate debería ser anterior, y aquí me paro: Deberíamos darle a lo material el lugar que merece, el de lo que llamo lo “simple-material”. El debate debería estar planteado en un nivel superior y anterior. Es decir, ¿Cómo logramos que la sociedad entera encuentre satisfacción y sentido a su vida sin que lo material juegue un papel determinante dentro de ella? ¿De qué manera el consumo a ciegas puede ser reemplazado por una concepción del mismo como algo funcional y temporal de simples necesidades físicas? ¿Cómo logramos que esas escalas de las que hablábamos al comienzo no sean definidas por el “estar adentro o afuera”, “tener o no tener”? ¿Son el egoísmo, la ambición y el poder, cualidades naturales de la raza humana? ¿Cuánto contribuye la educación familiar y escolar entre otras a allanarle el camino a este círculo vicioso y pernicioso? ¿Cómo convencemos al mundo de que otra realidad es posible? ¿Con qué argumentos convencemos al opresor de que no necesita oprimir para realizarse como ser humano? ¿Cómo hacemos para que los oprimidos dejen de luchar por lo que nunca serán y tendrán creyendo que es posible el salto a un lugar que creen mejor?

Entonces ¿depende todo de cada uno? Creo que sí, en la medida en que las metas sean alteradas; que si uno respeta y ve a los demás como “iguales diferentes” y el porvenir de algunos no signifique la pena de otros, es perfectamente lícito pensar que todo depende de cada uno. Mientras la lucha cotidiana sea por obtener algo que de por sí es escaso, estaremos hablando de opresores y oprimidos, adentros y afueras. Tomar conciencia de cuán perdidos nos encontramos en el laberinto que creamos y alimentamos, ocupemos el lugar que ocupemos en la sociedad, es el primer paso para asomar la cabeza y encontrar la salida por sobre los gigantescos muros de hierro.

1 comentario:

Vanina dijo...

creo que no, que no son propios de la conducta humana el egoísmo, la ambición y el poder. Creo que todo esto viene con las sociedades y principalmente con la capitalista. Puede ser que el poder sea algo que venga con nosotros. Pero este mal uso y abuso de poder que se vive, eso ya está viciado por las sociedades.
creo que todo es mucho más simple que lo que ven habitualmente nuestro ojos. creo en un destino, pero a veces también creo que todo depende de cada uno.
lo voy a volver a leer, pero ésta es más o menos una primera impresión...