sábado, 25 de octubre de 2008

Periplo

Periplo era una ciudad donde la gente vivía feliz.
El amor era absoluto, la amistad interminable.
No había reyes, presidentes o representantes.
No existían leyes escritas, tribunales o jueces.

Nadie sabe bien dónde estaba esta ciudad.
Algunos la ubican en una isla, hoy hundida,
entre las islas Pitcaim y Gambier.
Otros niegan rotundamente su existencia.

En Periplo, cuentan, el sol brillaba cada día,
La luna salía llena todas las noches.
Las nubes, con su lluvia tranquila,
venían sólo cuando era necesario,
un poco después de la cena o a la tardecita.

Algunas palabras no existían:
“obligación”, “culpa”, “engaño”.
Y también había palabras desconocidas:
“krühme” que significaba “amar sin compromiso”,
“re-krühme” era “sólo por esta noche”.

Los ancianos eran respetados, escuchados.
Los jóvenes libres, muy libres.
Las mujeres hermosas, los hombres valientes.
Tenían varios Dioses, el más venerado
era “Olvidus”, Dios del vino.

La simpleza en los actos era bien vista,
tanto como dormir poco, fumar, usar harapos,
alejarse de vez en cuando, ayunar, no hablar.
Pero lo contrario no era condenable.

Por las noches, si no llovía, había música;
y si bien las melodías eran únicas,
para cada uno tenían un significado diferente.
Si llovía, la gente salía a ver las gotas besando el suelo.

Nadie vivía menos de mil quinientos años.
Las muertes se festejaban tanto como los nacimientos.
No había cumpleaños, aniversarios, horas o meses.
Todo era “en un rato”, “más adelante”, o “tiempo atrás”.

No había apellidos, ni nombres repetidos.
El llanto era considerado un regalo del Dios “Soul”.
La poesía era natural y la rima no era necesaria.
La perfección era la no-perfección.

En Periplo no había ciencia.
En Periplo el remedio era la palabra de un ser querido.
En Periplo la gente tenía alas y tres ojos.
En Periplo antes de dormir se elegía qué soñar.

Pero un día de sol Periplo desapareció,
como si sólo hubiera sido una ilusión.
Y aunque no hay rastros de nuestra ciudad olvidada,
algunos ancianos amigos aseguran ser sobrevivientes de Periplo.

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