miércoles, 26 de septiembre de 2007

Hecho literal

Paralizado, como quien vio un fantasma, retuve la respiración. La oscuridad era tan cerrada que parecía la muerte. Intenté mover las piernas. No pude. Intenté pestañear. No pude. El silencio combinado con el color negro de la habitación hacía un juego torturador. Mi cerebro acelerado trabajaba para derrotar el pánico. Mis músculos se hicieron de madera dura. Mis ojos de sal. El corazón latía con desesperación, buscando alcanzar un ritmo imposible. Sentí cómo se movió hacia el centro de mi pecho. De repente un ruido desde mi garganta. Saboreé sangre. El corazón, una vez acomodado en la mitad de mi cuerpo, descansó por un rato. Traté de incorporarme, de salir corriendo. Imposible. Los latidos comenzaron a ir más rápido nuevamente, empujando el corazón hacia mi boca. Sentía como si un puño buscara escapar de mi centro interior. La sangre inundó mi boca hasta ahogarme. Mis mandíbulas se abrían como las caderas de la parturienta. De a poco el corazón fue ganando espacio y abandonando mi cuerpo. Una vez separado de mí por completo dejó de latir. Otra vez el silencio total. Parálisis. La luz comenzó a encenderse muy lentamente, como amaneciendo.
A los pies de la cama se encontraba una mujer sin rostro. Recogió mi corazón inerte del suelo y se marchó sin decir ni una palabra. Una lágrima cayó de mi ojo izquierdo.
Atontado, alcancé a entender que lo vivido esa noche me había sucedido antes, pero metafóricamente.

No hay comentarios: