miércoles, 26 de septiembre de 2007

La voz y las manos o nada

En esa monarquía donde reinaba un rey corrupto y alejado de la gente, solía haber artistas y todo tipo de personajes reconocidos que utilizaban su voz para despotricar contra las barbaridades del reinado y su perverso sistema de explotación. La gente acudía a las plazas para escuchar a estos oradores, quienes pasaban horas y horas criticando al rey y sus ayudantes. La muchedumbre aplaudía, coreaba canciones de protesta, aprendía poesías de reclamo y pagaba costosas entradas a distintos foros para identificarse con la bronca de quienes tenían facilidad de palabra y poder así confirmar su pensamiento. Después, cada uno se iba a su casa, como quien sigue en el yugo después de un respiro.
Pero esta gente nunca se organizó. No tomó conciencia de lo que podía lograr.
El rey vivió quinientos sesenta años y reinó hasta sus últimos días sin importarle lo que de él se dijera. Heredó el trono su hijo, quien al cumplir diecisiete años mandó a fusilar a veinte mil personas y a desterrar a unas mil quinientas. Las plazas, vacías, guardan hoy los esqueletos de quienes usaron su voz pero no las manos.

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