Va a intentar probar que hay vasos con agua y hielo en cualquier infierno, si uno sabe mirar bien. Y que el paraíso tiene el decorado de cartón si el ojo se pasa de rosca con la exigencia.
Quiere demostrar que existe el equilibrio, poniendo a un lado de la balanza kilos y kilos de risas y del otro algunos litros de lágrimas.
Va a mostrarnos que no hay alumnos, sino solamente maestros enseñándose diferentes cosas.
De un lado va a poner el amor, del otro la indiferencia.
De un lado la noche, del otro el día.
Va a caminar sobre un cable a mil metros de altura. En un hombro va a llevar la salud, en el otro, la enfermedad.
Para refutar eso de la “linealidad del tiempo” y proponer su paradigma “circular” va a elegir al azar un diario del ´82 y leer la página 26 para apostar que alguien escribió lo mismo en el diario del martes pasado.
Va a volar en el fondo del mar y va a nadar sobre la cordillera con las mismas manos que soñó el domingo.
Todo eso va a hacer, solamente para demostrar que hay que andar más atentos a ciertos detalles.
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