viernes, 3 de abril de 2015

Chin-Tsu

Cuenta la historia que en la ciudad de Chang´an, en la antigua China, vivió un artesano llamado Chin-Tsu, quien se enamoró perdidamente de la hija del general Zhang Qian. Luego de años de esmero por conseguir el corazón de la joven y la posterior aceptación de su padre, Chin finalmente le propuso casamiento. Zhang Qian, que veía a su hija perdidamente enamorada del humilde artesano, aprobó con celos de padre la unión de los jóvenes y Chin fue el hombre más feliz del mundo. Durante todo ese año el pueblo se dedicó a organizar la fiesta más grande que se haya visto jamás, que habría de llevarse a cabo el verano siguiente.
Inesperadamente, faltando tres días para la boda, la hija del general murió por causas naturales. Chin no soportó su muerte y lloró desconsoladamente por años, sin conseguir asumir la partida de su amada. Una noche, animado por algunos tragos de huangjiu, Chin decidió ir a pie hasta el solitario templo donde se veneraba al Dios del olvido Cham-Pang, para rogarle que le aliviara el incesante dolor por la ausencia de su amor. Al llegar al templo, luego de seis días de ardua caminata, rezó durante tres soles y lunas corridos. Al terminar sus oraciones, ya exhausto, elevó la cabeza hacia el cielo y suplicó: “Te ruego Cham-Pang poder olvidar, ya no puedo vivir así. Prefiero morir en este instante si no puedo olvidar”. Chin-Tsu durmió esa noche en el umbral del templo y al día siguiente, antes del primer rayo de sol, emprendió el regreso a su pueblo.
En el camino de regreso, víctima del fulminante sol y la escasa cantidad de agua que había bebido, se desmayó antes de alcanzar la flaca sombra de una acacia. Horas más tarde, un arriero que pasaba lo encontró y lo cargó en el lomo de su yak para socorrerlo y llevarlo a su casa. Chin durmió profundamente, hasta que consiguió despertar a los seis días de estar allí. Al abrir los ojos vio parado a su lado al arriero, quien sostenía de la mano a su hermosa hija. El arriero entonces le preguntó: “¿Quién eres?” Y Chin, confundido pero nuevamente enamorado y sin quitar la mirada de la joven, le contestó: “No lo sé, no recuerdo absolutamente nada”.

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