viernes, 3 de abril de 2015

Mejor hasta mañana

Hoy quiero hablar de los hilos de las caretas que sostienen superficiales viditas de cartón. O del pobre caballo que atado a una silla dormita y sacude levemente las mandíbulas con la mirada perdida. 
Tal vez del árbol terco que busca inclinación hacia el sol y sufre con lágrimas espesas las guías de alambre que pretenden enderezarlo. 
O de la frase esa de Andrés que dice que la vida es una cárcel con las puertas abiertas. 
Yo quiero hablar del sendero de las vaquitas, del mal pero acostumbrado, del quéselevaahacer.
Podríamos hablar, si a alguien le interesa, de los placares llenos de ropa que no usamos, de ver o mirar, de decir te quiero o dormir de espaldas.
Quiero hablar de la escuela y/o de la fábrica de ladrillos. O de la mano derecha que me persigna y la izquierda que hace fuck you. Hablemos, porque nadie va a negarlo, de lo importante que es un televisor por habitación y un Aleph sosteniendo la pata de la mesa.
Si hay tiempo, podemos hablar de peces en peceras, de canarios en balcones, de delfines en acuarios o de tortuguitas patinando en mosaicos.
Si todavía queda algo de vino y no se ha hecho de día, podemos nombrar al menos de costado la devaluación escalonada de la moneda lealtad.
Al final podemos también sumar con los dedos de una mano los abrazos que dimos en el último año, y con calculadora las puteadas. Hablar de principios. De la palabra. De la biblia y el calefón. De prejuicios, de tocar de oído.
Sí ya sé, es aburrido hablar de todo esto. Mejor será hasta mañana.

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